Desde que el pasado día 17 Íñigo Errejón y Manuela Carmena emitieron un comunicado en el que anunciaron que se presentarían a las elecciones de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, respectivamente, se ha desatado un huracán entorno las filas moradas. Este no es ni de lejos el primer clavo en el ataúd de Podemos pero, ¿Será el último?.

El sarcófago lleva construyéndose desde el sorpasso en las elecciones generales de 2015, ¿Se acuerdan?, probablemente no, porque no ocurrió, Podemos tuvo un derrape que hacía reflexionar. Los partidos tradicionales, a los que las formaciones naranja y morada daban por heridos de muerte no lo estaban tanto. El escenario era parecido a lo que se suele decir de los premios de la lotería: «este año ha estado muy repartido». Y llegó el momento de hacer pactos para gobernar, siendo una de las opciones más razonables para los morados una unión Ciudadanos-PSOE-Podemos y así evitar que Mariano Rajoy volviera a la presidencia. Pero no, la decisión fue cabezona, forzar otras elecciones a ver si esta vez conseguían más votos, ¿Se acuerdan?, no, de nuevo no ocurrió eso. Pactaron PP y Ciudadanos y con la abstención del PSOE Rajoy fue investido presidente.

Casi dos años después de las elecciones, en un ejercicio de democracia interna del partido, Pablo Iglesias se alza como claro vencedor de Vistalegre II, con un 89% de los votos a favor. Íñigo Errejón fue derrotado pero no salió de la formación, Pablo quería que siguiese, primaba la unidad interna, que estaba en entredicho. Los simpatizantes del partido aplaudieron su decisión pero el cisma ahí estaba, Errejón fue perdiendo fuerza poco a poco. Luego tuvimos otro escándalo, el chalet de Galapagar, 600.000€ de casa que en principio no debería despertar ningún sentimiento.

El problema era que un partido que quería apelar a las clases más desfavorecidas daba muy mala imagen con sus secretario general en un casoplón. A esto se une la hemeroteca, Iglesias había dicho varias veces que no pensaba abandonar su querida Vallecas y había apuntado a De Guindos por la compra de un ático con ese mismo precio. De no ser por estos detalles poca gente se lo habría reprochado, eran una pareja joven con niños en camino y la capacidad económica para pagarlo de forma honrada.

Por este tortuoso camino también se cruzó otro tema que tiene cansada a mucha gente, el feminismo progre del que podemos se ha hecho valedor. Patinazos como el de portavoces y portavozas molestaron a un sector de la población que considera esas pijadas una estupidez que solo vale de cara a la galería. Y no solo eran esos «fachas» de los que tanto hablan, también había gente de izquierdas abrumados con tanta tontería.

Y entonces llegaron las elecciones de Andalucía y el particular villano de la saga, VOX. Al principio para ellos ni existía, en un bastión de la izquierda como es Andalucía no iban a tener problemas, ellos serían los que robasen votos al PSOE, la ultraderecha no tendría cabida en la tierra de la libertad. Teresa Rodríguez, la cabeza visible de Podemos en la comunidad, aseguró días antes de las elecciones: «Se ha hablado mucho de un partido que probablemente no tenga ni representación parlamentaria». 12 diputados, el zasca se ha oído hasta en China. Y entonces, prácticamente de la nada, surgieron 400.000 fachas que quieren someter a España. El nerviosismo se extiende entre las filas moradas, Pablo Iglesias anuncia: «¡No pasarán!».

La trama parece sacada de un final de temporada de Juego de Tronos, y las palabras de iglesias denotan su miedo e incredulidad. ¿No pasarán?, ¿Quienes?, ¿400.000 andaluces que han votado al partido que más les representa de forma democrática?. Y les tacharon de paletos, retrógrados, homófobos, fachas(claro) y una ristra de insultos que no hacen sino cabrear a estas personas. Y yo me pregunto, ¿Si tan bueno es el mensaje de Podemos por qué no les vota todo el mundo?, en cuanto te sales de lo que dice el partido pasas automáticamente a ser el demonio. Eran los que más hablaban de dialogar y ahora son los primeros que apuntan con el dedo al que no es un buen izquierdista.

Íñigo Errejón se dio cuenta y salió a decir que igual había que hacer autocrítica, que llamar a las armas era demasiado precipitado. Igual no es muy honesto tachar de ideario del siglo pasado a los demás mientras se habla de un conflicto que acabó hace 80 años continuamente. Se masca la tragedia, unos meses después Íñigo se decide a unirse a Carmena para controlar su propia lista y sumarse al carro de esta a ver si así consiguen echar al PP de la comunidad.

La verdad es que hay que reconocer que, aunque la decisión es razonable, sin duda fue una puñalada por la espalda a Pablo Iglesias. Este, en sus propias palabras, entristecido por la situación anunció que Podemos va a competir con Íñigo pero no con Carmena. IU no quiere esa división que sin duda se extenderá a la candidatura en las generales. Con la izquierda más dividida que nunca, miembros de Podemos en desbandada y peticiones a Iglesias para que dimita la pregunta está en el aire.  ¿Podemos?.