Seguramente no es necesario hacer una presentación de esto a lo que llaman COVID-19 y todo lo que hay a su alrededor. Las medidas de seguridad que debemos tomar, las avenidas vacías y los parques de las ciudades pequeñas a rebosar de adolescentes celebrando esta tregua preventiva decretada para todos los estudiantes. Eso sí, sin olvidar el papel higiénico y la histeria colectiva, que nunca están de más en un anhelo de contar a nuestros nietos esta cuarentena, que para algunos es signo de heroicidad.

Datos sobre COVID-19. Fuente El País

Y por supuesto que este virus puede ayudarnos a poner en el foco cuestiones centrales de esta sociedad convulsa, y bien limpia ahora. El primero de ellos es el aspecto de los cuidados y el teletrabajo. Ya sabemos, por herencia heteropatriacal, quiénes serán las que más sufran las incompatibilidades de trabajar en el salón de casa mientras los hijos requieren la atención que necesitan.Mas aun si cabe si la ‘calle’ que requiere la infancia se encuentra restringida por motivos de salud pública. Ojalá y nos replenteemos como sociedad lo que hacemos y aún más eso que no hacemos.

Y sí, tras la idea del teletrabajo aflora otra cuestión, menos discutida de lo que se debería: el derecho universal a Internet. Los nuevos obreros, ahora llamados ‘clase media’ y a veces acomodada, con empleos que puedan seguir con teletrabajo serán los privilegiados. En cambio, aquellos obreros con trabajos eminetemente presenciales: cajeras, repartidoras, tenderos y un sinfín más, seguirán obligados, hasta nueva orden, a seguir al pie del cañón y jugándo-nos la propia salud en pro de mantener la economía. Otra desigualdad más al abrigo de brecha digital.

Así, recuerdo también cuando recorro la pequeña, y encantada, ciudad dónde vivo y me encuentro con esas clínicas hiperlujosas y que ahora sin vergüenza alguna rechazan a los pacientes para derivarlos a la sanidad pública. Esa que todos pagamos, y casi todos disfrutamos, y que se encuentra saturada por los ingentes estragos del virus a lo que se suman los recortes que sufrió en los años del gobierno de Rajoy. Unos recortes que ahora sufrimos con más intensidad si cabe. Mejor que este enfermero entrevistado por RTVE no lo explica nadie.

Bueno, con todo ello, yo prefiero seguir al gran Ignatius Farray en eso de que «todo lo que sucede conviene». Y por qué no, seguir los pasos del periodista musical Fernando Navarro, de El País, que disfruta de una cuarentena entre libros, música y cafeteras quemadas. Si ya, que más nos da, disfrutemos de lo que nos gusta mientras buscamos papel higiénico con el que sonarnos los mocos después de ver la última serie de moda de Netflix. Vaya negocio.